martes, 8 de julio de 2008

Insertarse en un lugar hasta ese momento extraño, observar todo con una mirada totalizadora para no perder los detalles, y sobre todo no mirar lo exótico, sino lo común en lugares no habituales. Gerrtz sin darse cuenta, no solo sentaba las bases de su antropología interpretativista, estaba asentando una guía, un punteo de cómo investigar aquello que acapara nuestra atención.
Así como el periodista necesita de su momento inspirador, el antropólogo necesita su encuentro con la otredad para realizar su trabajo. Los largos escritos que describen una cultura, sus “imponderables de la vida cotidiana” resultan ser tan atrapantes como una novela, que se caracteriza por sus hermosas y puntuales descripciones.
Geertz sostenía que “conociendo lo particular se llegaba a conocer lo universal “, el antropólogo sabe una gran cantidad de cosas, de hechos concretos pero particulares.
¿Acaso el periodista, el escritor aficionado, no hace lo mismo?
Cuando una tema acapara nuestra atención resulta casi imposible renunciar a ese llamado, y solo conociendo los detalles, se puede lograr conocer el todo.
Más allá de sus miradas semejantes, su actitud es la misma, su sed de certezas y su conciencia del límite.
Gerrtz a través de su descripción densa lograba recolectar todos los datos para reflejar, sin copiar, a esa cultura que investigaba. La clave para él, se encuentra en la descripción etnográfica, al igual que para los periodistas, lo importante es investigar, recoger los detalles, para su culminación en un escrito.

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